lunes, 29 de diciembre de 2008

Bizarra Buenos Aires


El viernes tenía un plan tranquilo, invité a cenar a mi hermano y Sofia y cociné tartas.
Vinieron, charlamos, cenamos, helado y después me propusieron ir a una fiesta por Barrio Norte. La onda no estaba muy clara, salvo que tenía concepto en vez de nombre y que tocaba la banda del novio de una amiga de So.
Me convencieron y fuimos.

Era en un edificio en construcción.

Si, en el esqueleto de hormigón de diez pisos taponado por la típica puerta corrediza con gráfica publicitaria.

Me pregunté si estaba tomado el lugar o qué carajo estaba pasando.

Era muy loco, luego de bajar unos escalones medio primarios, llegamos a el borrador de un salón donde sonaba la música, algunos se movían espasmódicamente y bebían cerveza.
Todo muy bohemio, muy poco post-Cromañón y una de las cosas más raras que vi en mi vida.
Salimos cuando mi hermano dijo algo un poco paranóico pero no por eso menos cierto: "por algo los obreros usan casco".

La amiga de So apareció después, estaba en el piso diez, bajó por ascensor, algo bastante temerario viendo el estado inicial (siendo amable) de las instalaciones. El novio nos comentó que "baño hay, pero la puerta.. bueno no esta agarrada". En ese momento apareció un pibe representante de los organizadores que andaba preguntando si "diez pesos para la entrada es muy caro porque la gente se está quejando". Todos dimos respuestas neutras, pero creo que el pensamiento general era "si la puerta del baño no tiene goznes, es mucho".
Ahí pudimos averiguar que el edificio en cuestión era un futuro hotel y el dueño el padre de alguno de los organizadores. Y de refilón escuché una charla sobre Armani, ropa "made in Italy" y un perverso que le gustaban las chicas menores de 12.

Hasta ahí llegó la bohemia.

Yo quería quedarme un poco más, pero mi hermano estaba nervioso con respecto a la estabilidad del lugar (y dentro de todo con razón), así que decidimos ir a tomar algo por Reconquista. Pasamos primero por Kilkenny donde tocaba esa banda copada que toca los viernes, pero llegamos para el último tema, así que enfilamos para La Cigale, que a pesar de que no era Martes (noche francesa), estaba lleno de galos. El lugar es lindo pero pintaba más para ir en parejita a algún rincón oscuro. Me gustaron mucho los azulejitos de la barra.
Nos sentamos y pedimos, So un Dr Lemon, Pablo un Gin&Tonic y yo andando con ganas de algo dulce-pero-no-cremoso pedí un Cosmopolitan. Apareció de golpe el barman con la copa que ya tenía una cereza y con sorprendente cara de concentración (fuera de joda, parecía que estaba sirviendo desde la coctelera nitroglicerina) comenzó a servir el trago con cuidado maniático. A estas alturas los tres nos tentamos, el barman dejó el trago más al ras de lo que nunca había visto y se retiró notablemente ofendido.

Creo que pensó que no apreciamos su arte.

Dejó la copa lejos, no podía acercarme como para darle un trago así que tuve que acercarlo con identico y milimetrico cuidado.
Se ve que es un tipo vengativo, pero el trago estaba excelente.

Acuerdense, nunca conviene ofender al barman.

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