Fue lo que dijo el inspector mientras aporreaba el teclado como si se tratase de la Olivetti que dormía en un rincón.
Había quedado en almorzar con unas amigas en un lugar de comida japonesa por el centro, la idea era saludarnos antes de que las fiestas y las vacaciones lo complicasen. Mi plan era almorzar y volver a trabajar.
El calor y la humedad del día agobiante parecían no poder cambiar mi buen humor. Con la música funky alegre de Mark Ronson a todo lo que daba en mis oidos, no podía dejar mis pies quietos. A la altura de Retiro casi estaba bailando.
En éste ánimo llegué a Diagonal norte para pasar por la D y de ahí a la B. Me llamó la atención, mientras caminaba por la estación 9 de Julio que alguien me llevaba puesta desde atrás, despacio, como si yo hubiera frenado y fuera un accidente.
No le di pelota, yo seguía en mi mundo.
Volvió a pasar, un roce desde atrás. Cuando seguí caminando noté que mi mano en su baibén había tocado tela, había alguien muy cerca mio.
Qué raro.
Miré para atrás, había un tipo y no demasiada gente, no entendí por qué me había llevado puesta.
Corrijo, tuve la sensación de que lo hacía a propósito y decidí no seguirle el juego. Desaceleré mi paso un poco mientras subía las escalera, decidida a que si me volvía a rozar, girarme y preguntarle qué carajo le pasaba.
Ahí fue cuando sentí un par de manos.
"Lo mato", pensé.
Me di vuelta, saqué uno de los auriculares de mis orejas para escucharme bien y lo increpé "¿A quién carajo le tocas el culo??". El tipo subió el escalón mascullando algo. No le di el lujo de escucharlo, cuando estuvo a mi altura lo empujé con fuerza contra la pared, a los gritos: "¿A quién le tocás el culo perverso hijo de puta?"
Ahí el tipo empezó a caminar más rápido, yo lo seguí a los gritos de "¡¡Andá a tocarle el culo a tu vieja!!"
Yo ya me sentía satisfecha de que no se iba a ir tranquilo como si nada, me iba a escuchar cada una de mis insultos a voz en cuello. Entonces apareció un tipo de camisa y barba que me dice "soy policia", creo que me mostró una documentación, "¿qué pasó?"
Se lo dije, me preguntó quién lo había hecho. Le señalé al tipo que no se podía alejar más porque otros dos hombres de civil le habían cortado el paso.
"¿Querés hacer la denuncia?"
"Seguro", le contesté mientras mis manos temblaban tratando de enrollar los auriculares.
Mis gritos había atraído a policías de civil que patrullaban por el subte.
Con uno de los detectives tomamos el subte hasta Boedo, estación de la E donde se encuentra la comisaría cuya jurisdicción es justamente el subte. Hacia mucho calor y el detective, con el curioso nombre de Arnold Caballero, me compró un agua. Me contó que con la averigüación de antecedentes y teniendo en cuenta que los juzgados no trabajaban el 24, el tipo probablemente iba a pasar encerrado hasta el lunes, eso sin tener en cuenta si le llegaban a encontrar algo.
En la estación entramos por una puerta marcada con el simbolito de la federal. Por suerte tenían aire acondicionado.
Allí, Caballero tomó mi declaración, repasamos el hecho. Me explicó que dado el asalto técnicamente me tendría que tomar la declaración una mujer, pero que no tenían efectivos. Le dije que por suerte no había sido ni remotamente tan grave como para que no pudiera hablar con un hombre. Me felicitó por dar la declaración. Estaba evitando que, por lo menos por un tiempo, el tipo pudiera molestar a alguien más.
Entré en un mundo raro, un mundo donde casi todos eran hombres, se hablaba en una jerga semi judicial y los procedimientos parecían tener todo el peso que la burocracia podía ejercer. Cuando Caballero me preguntó si el tacto había sido arriba de la ropa agradecí que asi fuera. Solo ahí cai en la importancia de lo que estaba haciendo.
Por una cuestión legal, más allá de que yo estuviera muy bien de ánimo, tenía que ver a unas trabajadoras del departamento de contención a las víctimas de violencia sexual. Ellas estaban sin auto, así que los policias me alcanzaron en un auto de ellos.
Fueron pocas cuadras, pero el tránsito por Almagro estaba infernal, así que tuve tiempo de conocer al personaje que me llevaba. Diez años llevaba patrullando las calles de Almagro, me contró algunas historias espeluznantes sobre raptos de mujeres en la calle en pleno día. Yo insistí que hay que llevar un sano cuidado sin tratar de volverse loco.
"¿Hacés artesanías?", me preguntó
"No", me reí, "¿tengo cara de artesana?"
Llegamos a una casona que llevaba el escudito delator.
Otro mundo, un mundo con ventanas y sólo mujeres, de modos suaves. Les conté lo que me había pasado, que el hecho de haber reaccionado ya me había dejado sastisfecha, para mi era una forma de no dejar que quedara impune. Por supuesto que hubiera aparecido la policía era algo que había superado mis expectativas. Las psicólogas se sorprendieron de mi entereza, quizás ahí entendí que no todo el mundo reaccionaría como lo hice yo. De hecho les comenté que recordaba claramante una situación similar cuando yo era una nena de once años, un tipo me habia agarrado similarmente y yo, avergonzadísima y asustada, no había hecho nada. Pero con los años eso me quedó en el tintero y decidí hace mucho que si una situación similar se presentaba, no iba a dejarla pasar.
Las miré y con toda sinceridad les dije "El trabajo que ustedes hacen es muy duro, pero muy necesario, muchas gracias por hacerlo".
Me despedí de ellas y me tomé el subte.
Yo se que mi amigo Plutón algo tuvo que ver en ésto
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5 comentarios:
Te felicito anita, después de pasarse 4 días en el calabozo, el tipo se lo va a pensar dos veces antes de volver a acosar a una mujer.
te felicito, de verdad
No hay que naturalizar ni minimizar que un tipo te toque el culo porque sí, porque tiene ganas
besos
Muchas gracias a los dos :)
Una de cal y una de arena, tocada de culo en el subte para compensar el piropo de la entrada anterior.
Hiciste bien en denunciar. Y tuviste suerte que te toco un cana que te dio bola.
Totalmente!, me acuerdo de estar sentada en la comisaría y pensar que loco, dos experiencias con base similar y totalmente opuestas en el subte
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